El pulso solidario de las Madrinas DEACERO

En el imponente marco de la sede de la Fundación DEACERO AC ubicada en Nuevo León, late un programa que articula voluntades, territorios y esperanzas. Las Madrinas DEACERO, un colectivo de mujeres voluntarias vinculado a la fundación que funge como puente entre la empresa y las comunidades más próximas. 

Su origen no fue un gesto aislado. Desde su lanzamiento, este programa ha crecido como una fuerza constante dentro de la Fundación DEACERO. Las madrinas, colaboradoras, líderes y vecinas se han convertido en la voz cercana de la fundación dentro de los barrios donde operan las plantas y centros de trabajo. Escuchan, detectan, gestionan y acompañan; son el primer paso de un ciclo que busca fortalecer a las comunidades desde adentro, con acciones que tocan la vida cotidiana de miles de personas.

El espíritu de estas mujeres se refleja en los logros que la fundación comparte cada año. Más allá de los informes y las cifras, lo que realmente destaca es la forma en que las madrinas logran construir confianza. Ellas no llegan con discursos, sino con presencia. A veces acompañan la entrega de útiles escolares o de uniformes, otras gestionan apoyos médicos, rehabilitan espacios públicos o colaboran en talleres que promueven la salud y la educación. Cada intervención es un hilo más en el tejido social que buscan recomponer.

Lo admirable del programa es su visión integral. Las madrinas no actúan solas: articulan sus esfuerzos con gobiernos locales, escuelas, asociaciones civiles y otras áreas de la fundación, generando redes que amplifican los resultados. Su papel ha sido tan decisivo que hoy son pieza clave para vincular a las comunidades con los demás programas sociales de Fundación DEACERO, especialmente en temas de salud y bienestar.

Una de las voluntarias lo resumió con palabras sencillas pero potentes: “Ser madrina me ha enseñado a mirar distinto. No se trata solo de ayudar, sino de caminar junto a las personas.” Esa frase condensa el espíritu del programa: acompañar para transformar.

A través de este modelo, Fundación DEACERO ha logrado algo poco común en el ámbito empresarial: unir la fuerza productiva con la sensibilidad humana. El acero, emblema del grupo, se convierte aquí en símbolo de fortaleza comunitaria; pero el verdadero motor son las manos de quienes dedican su tiempo y energía a escuchar y actuar.

El programa Madrinas DEACERO es, en esencia, una historia de encuentro. De cómo un grupo de mujeres decidió tender puentes donde antes había distancias. De cómo una empresa encontró, en la empatía organizada, una forma distinta de responsabilidad social. Y de cómo la solidaridad, cuando se ejerce con constancia y humildad, puede cambiar el pulso de una comunidad.

Así, cada vez que una madrina entrega un apoyo, impulsa una iniciativa o conversa con una familia, algo se mueve más allá de los números: se renueva la idea de que el cambio comienza con quienes deciden involucrarse. En ese gesto cotidiano, discreto pero firme, late el verdadero propósito de la Fundación DEACERO: construir comunidades fuertes como el acero, pero con corazón humano.

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