“Es mejor la unidad, que ganar” dijo en cierta ocasión Winston Churchill. Y esta frase pasó a la posteridad y se ha hecho célebre en el mundo de la política. El significado de esta expresión puede considerarse válido para muchos países, casi todas las épocas y gobiernos: siempre es mejor estar unidos, que, peleados y divididos, por retener o conseguir el poder.
Una nación dividida es semejante a una familia rota: Lo que debería ser paz, tranquilidad, orden, lealtad, cohesión y sosiego se puede transformar en guerra, intranquilidad, desorden, muerte, dispersión y ansiedad: Con el consiguiente daño para todos y cada uno de los habitantes.
Con el desorden no se va a ninguna parte. Tenemos el ejemplo con los países que actualmente están en guerra Un líder, si desea ser eficaz, necesita ser instrumento de unidad.
La unidad centrada en la violencia destruye. La unidad centrada en el trabajo y en lo que está bien, es un tesoro para todos.
Por ejemplo, el mejor activo de un país, se encuentra en la unidad de sus habitantes; que es precisamente la prioridad número uno que debe tener un dirigente: fomentar la unidad. ¿Cómo lograr esa unidad? ¿La propuesta de un gobierno en que debe basarse? A mi juicio, necesita en primer lugar fomentar la unidad, que se consigue siendo salvajemente sinceros y reconociendo el punto de vista del otro.
Se necesita fomentar lo más posible la libertad y la responsabilidad personal de los ciudadanos, especialmente de quienes tienen algún tipo de poder, ya sea económico, legislativo, político, militar, etc., de modo que estos “tiren del carro” de acuerdo a los intereses del bien común del país.
La libertad de acción debe ser proporcional al grado de responsabilidad.
Enseñando a los ciudadanos a valorar las consecuencias de sus acciones con respecto a los demás: Promoviendo una educación, en la que los pilares sean: el respeto y la vivencia de la moral natural.
También creando una verdadera mentalidad de servicio a los demás que debe reflejarse en un trabajo bien hecho.
Capacitando a los más posibles para que puedan ganarse la vida mediante el ejercicio de un oficio o profesión.
Y fundamentalmente revalorizando el papel de la familia, como núcleo donde se inicia la formación, que después deberá ser complementado con una adecuada instrucción y formación en las escuelas, animando a los padres de familia a interesarse por la educación de sus hijos.
La ejemplaridad personal en el comportamiento, es el modo más eficaz para ayudar a otros para que actúen bien.
Lo dicho hasta aquí no basta, sino va acompañada de una auténtica confianza: la cual no reside tanto en la capacidad para pronunciar discursos, sino mediante los hechos.
Ayudará mucho la experiencia, la información cierta y suficiente, un excelente equipo de trabajo, etc. Si se trata de imponer una ideología sería un error, porque de lo que se trata es de mejorar personalmente, mediante el desarrollo de virtudes o actos buenos de las personas.
Si hay una mejora personal de muchos, el ambiente del país será optimista para afrontar positivamente los retos del futuro.
La confianza e intenciones de quien manda, es lo único que puede dar origen a la autoridad, y por lo tanto, a la libre aceptación de quienes están abajo.
Esta confianza se refleja en la sinceridad de quienes mandan, de modo que lo prometen sea después una realidad.
Porque la autoridad se reconoce, cuando existe la seguridad de las buenas intenciones en quienes ejercen el poder. Por las obras es como conocemos a cada quien, pues las gentes son listas y Los discursos solo tienen el valor del momento en que se pronuncian.
¿Cómo se puede perder la autoridad?: mediante el uso injusto del poder; cuando el poder no se usa, en el momento y en el caso que debería usarse (permisivismo); también, usando inútilmente el poder (pérdida del sentido de la dirección).
Generalmente la pérdida de autoridad se acompaña por un proceso continuado de frustraciones, que llevan a crear una oposición que puede llegar a ser muy seria, y un obstáculo para la realización de los planes de gobierno.
Cualquier dirigente que defienda y estimule la lucha de clases –sea de modo implícito o explícito-, estaría actuando contra la unidad del país, promoviendo el odio, que es desunión y rompimiento; y a la postre, estaría descalificado para ejercer cualquier tipo de liderazgo de servicio a los demás.
Sabemos que no hay situación más temida, que el ejercicio injusto del poder.
Hemos de poner nuestra confianza sólo en Dios y en los que de algún modo están cerca de Él. Por las obras, los conoceremos. No por lo que digan.
Esto casi siempre se refleja por un escaso arrastre entre la población, y una minoría de simpatizantes. Es cosa de pocos años que suceda esta repulsa, si se está yendo contra lo que es bueno, favorable y conveniente.
Deja un comentario