Estamos aproximadamente a la mitad de un año jubilar. Lo cual equivale a un año especial porque contamos con ayudas extraordinarias y mucho más frecuentes. Dios quiere mostrar así el cuidado y la protección para sus criaturas. Y sabemos que los principales destinatarios somos los humanos.
El mejor estilo para gozar de esos favores es cooperar con ciertas acciones. Eso es gratificante porque experimentamos la satisfacción de contribuir a la realización de esa solicitud y la segunda satisfacción es disfrutar lo que recibimos. Nos dignificamos doblemente al ser colaboradores y receptores.
Como sabemos el Papa Francisco al inicio de cada mes nos compartía una intención, el Papa León conserva esa tradición y para este mes de agosto nos pide mejorar la convivencia común. Aquí van unas ideas para secundarlo.
Proponernos mejorar nuestras disposiciones interiores y tratar de ver con serenidad los conflictos para no afectar la convivencia. Ver a los demás como hermanos que merecen nuestro respeto. Si cumplimos estos dos propósitos estaremos en condiciones de dialogar con serenidad para buscar soluciones que nos beneficien a todos.
Podemos iniciar cada día haciendo el propósito de colaborar y de no dividir. Con esta idea distinguiremos la raíz de los problemas para darles un tratamiento adecuado. Los problemas pueden originarse por divisiones étnicas, políticas, religiosas o ideológicas. Esos nunca se terminarán, pero si los diferenciamos seremos más acertados en la actitud que tomemos.
Somos testigos de la falta de paz en el mundo, desde variadas guerras hasta tremendas injusticias. Nuestro propósito ha de consistir en impedir esos casos y luego ver cómo podemos terminar esas irregularidades. La oración es un recurso imprescindible para los creyentes.
“Envíanos tu Espíritu, Señor”, reza el Papa, “para que vuelva a encender en nosotros el deseo de comprendernos, de escucharnos, de convivir con respeto y compasión”. Podemos repetirla o rezar otras que conocemos.
Como este año también fomenta la esperanza hemos de confiar en la energía de la niñez y de la juventud. Estar seguros de que darán buenas soluciones si nos proponemos cuidarles, educarlos y recordarles las oportunidades que tienen y su responsabilidad de aprovecharlas para compartirlas con quienes no las tienen.
León XIV insiste en que para superar las divisiones es necesario mirar al otro “con los ojos del corazón”, reconocer su dignidad y tener el coraje de “responder al conflicto con gestos de fraternidad”.
En este sentido, señala que las diferencias no deben verse como amenazas, sino como oportunidades para crecer en humanidad.
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