Iniciamos el último mes del año jubilar que hemos tenido la fortuna de disfrutar. Muchos han realizado actividades a propósito del tema. A distancia todos hemos disfrutado de esas actividades gracias a la tecnología. Algunas personas, un tanto escépticas, habrán observado y seguramente más de una se habrá conmovido. El trasfondo fue cultivar la virtud de la esperanza.
Como todo lo que se cultiva y es bueno tiende a dar muchos beneficios, por eso, en estas líneas se quiere recordar que como lo señala el título de un vals mexicano “la esperanza nunca muere”. Y este enfoque con el que condimentamos nuestro día a día, nos lleva a recuperar la alegría con mucha facilidad y a compartir lo poco o mucho que tenemos.
La esperanza es una de las tres virtudes teologales que recibimos como uno de tantos regalos que vienen al recibir el bautismo. La esperanza se caracteriza por darnos a conocer muchos beneficios que acompañan nuestras buenas obras. La esperanza es una virtud que siempre infunde optimismo y que contrarresta cualquier tentación de desánimo.
Como en todas partes, las personas tenemos cualidades y defectos. Cada pueblo se distingue de otros precisamente por el tipo de características que tiene y el modo de aplicarlas. México es un pueblo con esperanza y la disfruta. Pero no podemos ni debemos descuidarnos. Por eso, es importante detenernos y observar esta realidad para seguirla manteniendo muy viva.
La esperanza es una virtud con dos raíces: una humana porque depende del esfuerzo personal para adquirirla. La otra raíz de la esperanza es divina, esto quiere decir que Dios infunde la virtud y se hace cargo de su desarrollo en el alma que la recibe. Por eso, quien la recibe nunca la perderá y eso da una gran alegría. Pero si la persona que la recibe no deja actuar a Dios, los efectos de esa virtud no se desarrollan. Así de grande es el respeto de Dios hacia nosotros.
San Josemaría Escrivá, por esta actividad de Dios en el alma que no se opone, aconsejaba a los padres de los recién nacidos que los bautizaran pronto, para que el Espíritu Santo empezara a actuar en el alma del pequeño que aún no se resiste a nada y si puede crecer en la virtud. Y no solamente en esa sino en todas las demás infundidas con la gracia bautismal.
Más adelante cuando empiezan a aparecer otro tipo de tentaciones en los niños, se encuentran con más capacidad de resistir y conservar mejor sus buenas obras. Y también si fallan, hay más fuerza interior para rectificar
El propósito es conservar y fomentar esta tradición que ha permitido a los mexicanos ser más fieles a la voluntad de Dios y por eso, muy felices. Que cerremos este año con el firme proyecto de cuidar los dones recibidos, regalo inmerecido de Dios hacia todos sus hijos. Y de ayudar a los demás a vivir este noble plan.


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