El secreto del heroísmo puede estar en la alegría. En la vida común y corriente, a veces suceden pequeños o grandes reveses, que nos mueven a manifestarlos exteriormente y que opacan el ambiente. De aquí el refrán: “A mal tiempo, buena cara”, pues poner buena cara es difícil cuando “no está el horno para bollos”.
Las ocasiones para sonreír son múltiples. Por ejemplo:
- Cuando una persona no nos cae bien.
- Soportar las mil simplezas ocasionadas por sutilezas, que nos ocurren cada día. Estas pequeñas tonterías o cositas pueden evitarse: con buen humor.
- Pasar por alto la indiscreción de una persona cargante.
- Si estamos de mal humor, contar hasta veinte: 1, 2, 3…, acabaremos sonriendo y empezaremos a sentir el buen humor y a intuir la paciencia.
- Cuando sufrimos una contrariedad inmediatamente hemos de empezar a disimularla, con buen humor. Sobre todo, ante aquellas contrariedades que no nos pueden resolver el problema, sino que lo agravan.
- Cuando lo que nos irrita es importante objetiva y subjetivamente, entonces hemos de quitarle importancia al asunto, sin dejar de ser responsables y resolver el problema.
- El optimismo es una parte acertada e importante de respuesta ante el problema. El pesimismo es siempre una respuesta equivocada.
- El optimista con experiencia tiene confianza en los demás. El pesimista sólo confía en sí mismo.
- El optimismo nos lleva a pensar que todo tiene arreglo y que hay que intentar hacerlo.
- Un pesimista piensa que tiene arreglo el problema, pero que nadie va a intentar arreglarlo, y que el tampoco lo hará.
Estos consejos son para llevar con alegría las contrariedades diarias y evitar disgustos por tonteras. Si vivimos la filiación divina, es decir, sentirnos hijos predilectos de Dios, estaremos continuamente alegres y haciendo el bien.
Pase lo que pase, necesitamos estar siempre alegres.
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